josepepe en Quito, Ecuador
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miércoles, julio 15, 2020

Empieza como un viejo y termina como un joven


¿Han oído esta frase? Se la dice entre ciclistas, entre los de la categoría “master”. 

Toma sentido cuando se la vive en carne propia. Es que la realidad es así, tal como dice la frase. 

En mi caso, todo inicia la noche anterior. 

Detecto un pequeño malestar, a veces digestivo a veces respiratorio acompañado de otro dolor que atribuyo siempre a algún músculo resentido. También el cuello, siempre le pasa algo al cuello que no se adapta bien a la almohada. 

Me duermo con la interna y a la vez vergonzante esperanza de que amanezca lloviendo a lo bestia, tanto que la opción de salir resulte totalmente ridícula. 

Amanece. 
El dolor muscular ya no está localizado en algún punto específico, sino que parece haberse extendido por todo el cuerpo. Siento que no dormí bien y me cuesta abrir los ojos. Me levanto con sacrificio y con dificultad para enderezarme completamente. Camino y siento que me desarmo. Veo por la ventana y me aseguro por tercera vez que no esté lloviendo. 

De alguna manera llego al punto de salida. 

He asumido que llegado a este punto ya es irreversible y estoicamente me atengo a las consecuencias. 

Empieza la pedaleada. 

Durante los primeros minutos, se me ocurren varias excusas para cuando tenga que justificar de por qué voy tan retrasado. Da igual si voy solo. 

Poco a poco el efecto mágico se produce: el paisaje, el esfuerzo físico, el aire y toda la maravilla de la montaña hacen que olvide todos mis males. La diversión va creciendo y el regocijo es grande. 

No dejo de reconocer que parte de todo esto, es el sacrificio. Sacrificio que difícilmente es comprendido por quienes no practican esta actividad. Con fases emocionales que van mutando dinámicamente: para que vine, otra cuesta ¡no!, quehijue de bajada, mieeeer, en esa casi me mato y muchas más. 

Finalmente, porque siempre inexorablemente termina: llego. 

La mayoría de las veces, sano. 

Y si, me siento cansado y estropeado; pero joven. 

Conclusión: empecé como un viejo y terminé como un joven. 

¡Qué linda es la bici!