josepepe en Quito, Ecuador

lunes, abril 29, 2019

Río San Pedro – El Auqui


28-abr-2019

Dos ciclistas. Salimos de San Juan Alto desde el estacionamiento del colegio Terranova. Tomamos hacia la Ruta Viva, San Patricio y bajamos a Lumbisí.

De Lumbisí bajamos en dirección al río San Pedro y de ahí ´a trepar´. Tomamos la vía a Guangopolo y salimos a la autopista Rumiñahui a la altura de los moteles. Subimos por la autopista y cerca al Puente 1 tomamos el camino a Collacoto hacia la autopista Simón Bolivar. Pasamos delante de la gasolinera, cruzamos el paso peatonal y luego la vía hacia Auqui de Monjas (Cerro Auqui).

Vistas espectaculares. Ya en la cumbre, un camino de tierra, un bosque y un descenso por el chaquiñán, el mismo chaquiñán que en un paseo anterior lo hicimos de subida. En menos de 15 minutos llegamos a la Simón Bolivar la cruzamos por debajo y de ahí a San Juan Alto y al colegio Terranova. Fin del paseo.





martes, abril 23, 2019

Reproducción de un relato ciclista - Escrito por una mujer

Escrito por una mujer ciclista urbana – anónimo o por lo menos no puedo dar el crédito a alguien

Pinchar (en el sentido erótico y no ciclístico del término)

Es cierto que la bici hace bien para la salud. Que se tonifican los músculos, que mejora la actividad cardíaca. También es verdad que es un medio de transporte limpio, barato, sustentable. Para mí también tiene mucho de cierto que es una opción política, porque en bici uno habita la ciudad de una manera distinta, al margen, justo por el lado, del imperio del auto y todo su modelo de consumo y estatus social. Otros dicen que ser ciclista da onda, que uno se ve más cool. Algunos afirman que andar en bici es rico y listo se acabó. Pero hay algo tan cierto como todo lo anterior, pero que nadie dice: que uno en bici pincha más. Y no me refiero a pinchar la cámara, sino a pinchar en el sentido erótico, es decir, al acto de intercambiar un coqueteo fugaz. Es así, tal cual como algo que pincha, que punza. Que pasa rápido y que al instante se va.

Habitualmente el pinchazo erótico se realiza mediante un cruce de miradas fortuito, puede ser con ojos dulces o bien abiertamente libidinosos. A lo más el pinchar puede llegar a un intercambio verbal breve, con palabras tiernas o con las ideas más bajas del repertorio del piropeo nacional.

Esta facultad no es exclusiva de las mujeres. Cierto amigo contó que él no sabe si es la belleza de su cleta o la altura que toma sobre ella, pero arriba de la bicicleta se siente un potro, un semental del asfalto. Dijo también que él abajo de ella, en sus horas de peatón, no capta tantas miradas. Afirmó que no recibe casi ninguna. Terminó confesando que a pie, él no es nadie en las calles de esta ciudad. Yo pienso un poco lo mismo, aunque con una cuota mayor de optimismo. Mis pasos como peatona no son tan desgraciados, pero, seré franca, en bici es otra cosa.

Yo antes tenía una Mini marca Cic de los años 70, esa que sale en la película Machuca. La muy hermosa pasó 15 años a la intemperie, arrumbada en un patio y bastó nada más una reparación para que sus ruedas recorrieran Santiago con la misma energía que en los días de la Unidad Popular. Aunque la pintamos con spray morado, destinándola a una apariencia siempre ajada, y nunca le instalamos sus hermosos tapabarros plateados, yo mataba arriba de la Mini. Pinché en el sentido ciclístico del término solo una vez en cuatro años, pero en el sentido erótico perdí la cuenta.

Podría clasificar mis pinchazos en dos tipos: el primero, con lolitos vintage que apreciaban tener una bici de 40 años de edad. Ese modelo único, sus rueditas aro 20, su manubrio alto, su parrilla a prueba de todo, eran un imán con los chiquillos adictos a la moda retro. El segundo tipo de pinchazo era con taxistas. Ay, como me encantaban los taxistas. Nunca jamás uno me tiró su auto encima, porque por regla histórica todos los taxistas mayores de treinta años, aprendieron a andar en bicicleta montados en una Mini Cic. En el rojo del semáforo siempre me decían: “señorita, yo tenía la misma cuando era niño y llevé mil veces a mi hermano en la parrilla y la bici nunca se rompió”. Y los ojos se le llenaban de lágrimas y yo veía en sus pupilas a un niño de 12 años, por allá a comienzos de los 80, con la cara sucia y costras en los codos. El taxista se iba feliz en su ensueño de la infancia, y alguna vez abrió la ventana para ver si podía nuevamente sentir el viento entrando por su camisa. En eso un pasajero, el taxímetro y de nuevo a recorrer Santiago por dinero y no por placer. Entre los dos tipos de pinchazo, el ondero sexual y el taxista melancólico, la verdad, no puedo elegir.

Cuando decidí invertir en una pistera para no llegar tan cansada a mi destino y no romperme la espalda al subir la mini a mi departamento del piso 3, una de las cosas que me preocupaba era pinchar mucho la cámara, pero en cambio, que el pinchazo erótico disminuyera su frecuencia. Sí, soy frívola. Por suerte eso no ocurrió. Si en la mini me veía bonita, en la pistera (yo juro), me veo rica. No sé si será la elegancia del marco, sus ruedas finas, o quizás es la posición que asume el cuerpo: las caderas ubicadas a mayor altura que en la Mini y, por lo mismo, el pecho –los pechos- inclinados hacia delante. He pensado en cambiarle el manubrio recto que tiene por uno de ruta, así mi espalda irá totalmente recta, mi coxis quedará más empinado, y de verme rica (yo juro), pasaré a verme súper rica. En efecto los pinchazos de la cámara aumentaron, y los eróticos, por suerte, también. Debe ser que andar en bici se parece un poco a las artes amatorias y es por eso que a los hombres les gusta tanto ver a una ciclista. Ambos actos son cosa de cuerpo, ritmo y movimiento, de saber dónde poner las manos, cómo coordinar las piernas, cuándo subir las caderas. En los dos casos hay que saber cuándo frenar, cuándo deslizarse y cuándo ponerle toda la velocidad. A veces, en bicicleta, al atardecer yendo hacia el poniente, también se tienen orgasmos.

Al tan conocido y poco original “sáquele el sillín, mijita”, con voz rasposa en extremo repulsiva, se han sumado otros piropos en estos meses con mi pistera, que a todo esto se llama Nena. Un día por Compañía, justo antes de doblar hacia San Martín, de una camioneta de alguna empresa de telefonía, con un tono hirviendo en deseo y seudogalantería, su conductor me dijo “Puta que me excitan las hueonas en bici”. Me ofendió su cara de violador en serie, su pretensión tan baja de conquistar así, con lo mínimo. Pero lejos lo que más me molestó fue que me dijera hueona. Es cierto, a veces lo he sido: he dejado el tostador prendido con el pan encima hasta desintegrarlo e inhabilitar la cocina, la casa entera, en realidad. No he respaldado textos y he presionado “no guardar”. Una vez envié un trabajo por correo luego de haber pasado la noche en vela terminándolo. El mail iba dirigido a un filósofo connotado y decía, no me pregunten por qué, lo siguiente: “Profesor, le deje mi cerebro con la secretatia del departamento de filosofóa”. Ningún error en esa corta oración es de ahora. Eso le escribí al profesor, tal cual. Supongo que “mi cerebro” era “mi trabajo”, “secretatia” era secretaria, “filosofóa” era “filosofía”. Me asombra que a pesar de tanta equivocación y tan absurda, le haya puesto el acento a filosofía, o sea, a filosofóa. En la o, bien marcado. Si he sido aquello que me dijo ese conductor, pero él no me conoce así que no tiene el derecho de decírmelo, no se lo permito.

Yo no sé arreglar un pinchazo, nunca he desmontado la rueda, ni idea cómo detectar la perforación, pero sí sé cómo responder al otro pinchazo. Furiosa y ansiosa de venganza, acto seguido a su insinuación, puse mi máxima cara de zorrita y le dije “¿en serio te excito?”. Su rostro se llenó de esperanza y pude ver como algo en él se “tonificaba”. Su compañero lo animó a continuar el flirteo y justo antes de que el semáforo diera la luz verde, le dije “en cambio a mí, no me excitan ni un poco los hueones en auto”. De pronto él era todo flacidez. Provocativamente me puse a andar sobre los pedales y si me hubiera podido pintar con lápiz labial las nalgas, me habría escrito “sue-ña”, una sílaba en cada cachete.

Otras vez menos desagradable, en la calle Portales, un joven copiloto de un camión de gas me dijo “linda su máquina, señorita”. Yo que había comprado recién a mi Nena le respondí “gracias, esta nuevecita de paquete”. Él, con risa, me dijo “no, lo decía por usted”. Yo era la máquina. Seguí por Portales viendo en mis rodillas engranajes y sentí que mi cuerpo de máquina metálica brillaba con el sol.

Mi bici se llama Nena en honor a las fans de Sandro. Yo por el Gitano lo dejaría todo: a mi casa, a mi familia, a mi perro Fermín. Es que esas caderas, esas manos. Es que esos labios, por sobre todo esos labios. Cuando Sandro murió mi amiga Natalia me envió un artículo en su homenaje. Uno de sus párrafos decía: “tus nenas saben que no se trataba de pelvis, sino de estados emocionales. Por eso cuando joven y luego de esas catarsis escénicas te bajaba el pulso y podías vomitar o desmayarte. Y ya más viejo, las hacías olvidarse de los años, la celulitis, el paso del tiempo, y ellas se sentían queridas y amadas una vez más”. A mí me pasa lo mismo cuando ando bicicleta, me siento la más amada. Aunque mida un metro y medio, aunque pese menos de 50, aunque hace años que no varíe mi talla de sostén. No importa. Y es que en realidad qué importa si no se es rica, si arriba de la cleta uno conoce en cada esquina el amor. Porque andar en bicicleta, más que a las artes amatorias, se parece al mismísimo amor. Lo andamos, lo disfrutamos y siempre es mejor cuando corre vientecito. Lo recorremos, aceleramos y conocemos la felicidad. Pero también cansa. Pucha que cansa. Está lleno baches, de hoyos, de obstáculos, de gente que se cruza en el camino. Uno se cae, duele, de hecho sangra. El amor, como la bici, nunca es en línea recta, hay que saber doblar, perderse, detenerse y retomar el camino. En el amor, como en la bici, lo importante no es el destino, sino el trayecto en sí. Andar el amor y andar en bici, es mejor escuchando “Trigal” de Sandro.

lunes, abril 15, 2019

Yanacocha Nono - Recortado

13-04-2019


Paseo organizado por Tatoo.

La invitación:

“Tatoo te invita al primer paseo de ciclismo de montaña del 2019!!! La salida se llevará a cabo el sábado 13 de Abril a las 6:30h. El punto de encuentro es Tatoo Plus, pero los ciclistas también se pueden unir a lo largo de la ruta.

La ruta va de la siguiente manera: Tatoo-Avenida La Prensa-Avenida Machala-Vía a Nono-Camino a Yanacocha-Nono-Rundupamba- Vía a Nono-Avenida Machala-Avenida La Prensa-Avenida Amazonas-Tatoo

La ruta total (vuelta completa) tiene una extensión de 60Km y 2000m de ascenso. Tendremos camioneta de acompañamiento, auxilio mecánico, y abasto en ciertos sectores de la ruta.

Al final de paseo, y como es tradición, tendremos café, picaditas, y si se portan bien, unas cervecitas!

INFORMACIÓN BÁSICA

Nivel Físico: Para ciclistas con nivel físico intermedio a alto, y con nivel técnico intermedio. Por respeto a los participantes se pedirá a las personas que no estén en capaciad de cumplir con el intinerario aquí descrito al paso del grupo principal, que abandonen el paseo.

Duración: 7 horas aproximadamente
Lugar de encuentro: Tatoo Plus, Avenida de los Granados y Avenida 6 de Diciembre, esquina. Tendremos camioneta de acompañamiento, auxilio mecánico, y abasto en ciertos sectores de la ruta. Es indispensable la auto suficiencia para este paseo. Se recomienda llevar dinero para re abastecer en Nono, donde tendremos parada de abasto y re agrupamiento.

Se inició con una corta explicación de la ruta por parte del organizador y salimos. Inició un pelotón de unos 50 ciclistas. Tomamos varias calles de la ciudad hasta el partidero a Nono. Subimos por el primer barrio sobre la Occidental y luego a la izquierda en dirección a la Hostería San Jorge. Unos 500m luego entramos por una puerta de alambre de púas a una hacienda. Desde ahí por chaquiñanes. Una fuerte trepada hasta un campo despejado con algunas construcciones de hacienda y vacas. En este tramo, debido a la limitación de mi estado físico, me retrasé del grupo líder. Calculo que debo haber estado unos 20 o 30 minutos atrás del pelotón y en este recorrido de subida me acompañaron dos ciclistas: Galo y Diego.

Habiendo llegado a la parte más alta del paseo, tuvimos la duda de si habíamos seguido el camino correcto. Sabiendo que detrás nuestro habrían al menos otros 10 ciclistas que no llegaban a nuestro punto, resolvimos regresar un poco para ver si había algún desvío que no lo habíamos visto. Esto fue un error. Bajamos hasta un punto en el que el guía nos había orientado antes y tuvimos que volver a subir de nuevo hasta la cumbre. En este punto, sabiendo que estábamos realmente retrasados y sin saber el camino exacto por donde continuar, decidimos tomar un camino de bajada. En poco nos orientamos pero las rutas que conocíamos nos llevaban a dos opciones: la primera era hasta la reserva Yanacocha y luego bajar por vía carrozable hasta el río Alambi y luego subir hasta Nono. La otra opción era bajar hasta Rundupamba al camino pavimentado hacia Nono y de ahí regresar a Quito. Decidimos esta última ya que la otra nos llevaría a un esfuerzo que no estábamos seguros de poder hacerlo y sabíamos que nuestro retraso era muy grande.
Tomamos entonces hacia Rundupamba y luego todo bajada hasta la Occidental y despúés de regreso por las calles de Quito hasta el punto de partida en Tatoo. Pocas calles antes de llegar a la meta, nos encontramos con el grupo de ciclistas de élite que ya venían completando el paseo… llegamos juntos, jeje.

Pese a no haber completado el plan completo, fue una muy buena experiencia y quién sabe si todo resultó tan bien gracias a que no nos fuimos hasta Nono. Aquí un comentario: la mayor parte  de los ciclistas que vi, estaban super bien preparados físicamente y se nota que entrenan a diario. Edad promedio: 30 años.  Además la mayoría con bicicletas de muy alta gama. Esto me lleva a reconocer que requiero entrenar más para poder participar en paseos de este nivel. ¡Lo haré!

Como llegamos entre los primeros nos vimos favorecidos con felicitaciones y fotos con el grupo líder. ¡Así es la vida!

A mis dos compañeros de paseo, muchas gracias por su buena disposición. La pasamos muy bien.

Galo - @galo1956
Diego - @elviajedelpela  (viene de la Patagonia y va a México – una aventura bici. ¡ENVIDIABLE!

EN LA PARTIDA

TREPANDO



EN LA CUMBRE CON DIEGO

EN LA LLEGADA CON LA ELITE

RECORRIDO



lunes, abril 08, 2019

Chaquiñán Sur, Guangopolo, Lumbisí


07-04-2019

3 ciclistas salimos desde el colegio Terranova. Tomamos el Chaquiñán del Sur hasta la altura de la Universidad Internacional. Bajamos por el barrio Buenos Aires pasando por el Centro de Revisión Vehicular Los Chillos y salimos a la Autopista Rumiñahui por el Puente 2. Dejamos la autopista poco más abajo y entramos por la calle de los moteles.

Pasamos por el cementerio Colinas de Paz y seguimos descendiendo hacia el río San Pedro por debajo del reservorio  de la Central Guangopolo. Luego un ascenso hacia Lumbisí.

Desde Lumbisí subimos por San Francisco de Pinsha hasta el Estadio y luego una última trepada hasta empatar con la Ruta Viva y la entrada a Yanazarapata y retorno al colegio.

lunes, abril 01, 2019

Cerro Auqui 2

31-03-2019


SALIDA: Estacionamiento del colegio Terranova

Cruzamos la autopista Simón Bolívar por el paso peatonal e iniciamos inmediatamente la trepada al cerro. El camino es un chaquiñán prácticamente abandonado. Muy erosionado por el agua e invadido por el monte. El piso empinado y muy irregular por las raíces y surcos, además de resbaloso por las lluvias de los días anteriores. El bosque bien tupido y muy bonito como paisaje.
Parte pedaleando y parte empujando, llegamos a un camino carrozable y seguimos subiendo, ahora sí, todo a pedal.

La vista fantástica. Tanto hacia los valles como hacia Quito y el Pichincha.
Se pasa por barrios, instalaciones de la Empresa Eléctrica, antenas, radares. También por el sitio de donde salen los parapentes que aterrizan en Lumbisí.

Se termina el cerro en el barrio Monjas y de ahí bajamos en dirección a la Simón Bolívar en la intersección con la autopista Rumiñahui.
Cruzamos la autopista por el puente peatonal y empatamos con el Chaquiñán del Sur para regresar a nuestro punto de partida en el Terranova.

Estuvimos siete ciclistas. Un paseo divertido en el que disfrutamos de la buena compañía y camaradería.
    Recorrido total: 16.64 km
    Desnivel: 450 m